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El equilibrio entre técnica y contenido

“Yo también quiero una docena de carioquinhas”, le dije distraídamente a Mário.

Aclarando: mercado de los viernes detrás del Cementerio de Consolação; Mário, propietario del mejor puesto de frutas de la feria; carioquinha – una de las pasiones de mi vida – es el chisme conocido como chisme carioca.

Todo esto para contarles que después de la frase “Yo también quiero una docena de la carioquinha”, un tipo que estaba a mi lado se volteó un poco asustado y dijo: “¡Alexandre Machado! ¡De regreso a casa!"

¡Me reconoció por la voz! Nunca se me ocurrió que esto pudiera pasar.

Soy periodista desde hace décadas. Un poco más precisamente, hace más de cinco décadas. He trabajado la mayor parte de mi vida en medios impresos o televisión. En los medios impresos, como todos saben, el lector no tiene idea de la figura y mucho menos de la voz del periodista. En televisión, la voz no es tu identidad principal: te comunicas con la voz pero también con la expresión de la cara, miras preocupado, usas el silencio, la sonrisa, te sientas, te levantas, caminas por el plató.

EN LA RADIO ESTÁ EL REINO DE LA VOZ

Cuando me invitaron a hacer un programa en Rádio Cultura FM, se consideró mi experiencia en hablar en público -televisión- y mi capacidad para producir contenido -periódico, revista y TV.

Pero, ¿y la voz? En cuanto a la tonalidad, aprobé, ya que la fluidez traía complicaciones. Me di cuenta del inútil arsenal de adicciones al lenguaje que cargaba. Asombrado, “hãhãns”, tartamudeó. Un infierno.

¡Fue entonces cuando me di cuenta de lo fluidos que son los profesionales de la voz! Un discurso continuo, con suaves altibajos, ¡una preciosidad!

Dios mío, qué indeseables son los vicios del lenguaje. En mis inicios como locutor de radio, viví a diario esta batalla: la lucha contra los “hãhãns” y la admiración por la fluidez de los verdaderos locutores de radio.
La batalla contra los “hãhãns” continúa hoy.

La admiración por los profesionales de la voz sigue siendo la misma, pero con el tiempo noté otros tonos. Observé, por ejemplo, que algunos de esos impecables profesionales que hablan como si las frases fueran melodías, no siempre saben lo que se dice.

De repente, la técnica requiere un énfasis en medio de la oración o alguna entonación de exclamación, admiración, desinterés o desaprobación y esto se dice independientemente del verdadero significado de la oración.

Para los que no estén prestando atención, pasen. Un ejemplo: el locutor tiene la misión de decir que la inflación de dicho mes fue de 0.01%. Sin darse cuenta de la irrelevancia del aumento, lo lee como si estuviera comunicando algo preocupante: "¡Aumento de 0.01%!"

La proximidad al “métier” despertó mi atención hacia los mejores profesionales. Voz, entonación, énfasis y comprensión de lo que se dice o lee. Está el gran profesional, y no son pocos.

Ahí es donde me inspiro. En mi vida diaria frente al micrófono logré superar parte de mis vicios. Pero, como decía, la lucha por la mejora continúa.

Reconozco el consuelo de escuchar una voz sin ahogarme. Mi consuelo, mi apoyo, está en algo difícil de definir: creo en la tolerancia del oyente hacia aquellos que hablan improvisadamente y, supuestamente, exponen sus temas con credibilidad.

Al final, la clave es el equilibrio. La clase de contenido trabajando para mejorar su técnica de voz y la clase de fluidez trabajando duro para entender lo que leen.

Alejandro Machado

Periodista desde hace 55 años, presenta “De Volta pra Casa” en Cultura FM; Trabajó en periódicos (Jornal da Tarde), revistas (Veja, Playboy) y televisión (Vamos Sair da Crise, Opinião Nacional)

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